No presté mucha atención a la sombra oscura que era la muerte que venía para llevarme con ella, me fijé más en el ángel redentor que tenía a mi vera, contemplando con gesto resentido mi avance, que cada paso me alejaba un poco más de él, acercandóme a mi final. A mi entender, mi secuencia lógica era correcta; haber, ¿ qué sentido tenía vivir en este mundo, si tenía que renunciar a lo que más quería, a algo por lo que hubiera dado la vida a la menor opurtunidad? Sin mi ángel bendito, la existencia en la tierra iba a ser un infierno y prefería morir, adentrarme en lo desconocido, en un lugar donde se sufre infinitamente menos de lo que yo sufría sin él. Mientras mi ángel amado gritaba mi nombre y mi corazón quedaba apresado en el frío; me alejé lentamente de él, casi disfrutando del sabor de la locura. Ya nada importaba. Irónicamente me dí cuenta de que la gente piensa que el amor es muy bonito, y en cierto modo tienen razón, pero no todos saben lo que se siente cuando te lo arrebatan. No pude evitar que una fría lágrima se deslizase por mi mejilla cuando pensé en mi ángel por última vez antes de aferrarle la mano a la muerte e irme con ella entre la penumbra que nos ofrecía la espesa niebla.
domingo, 26 de junio de 2011
Mi final
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