lunes, 4 de julio de 2011

Estoy tumbada al sol viendo que ya me harte de luchar; que todos mis temores triunfaron sobre la esperanza, que la vida es bella para los demás y a mí me sigue costando respirar, me sigue doliendo no verte, me está costando demasiado no rendirme. A veces el camino más fácil no es el mejor a tomar, pero es el que antes llega a meta, el que antes te anuncia un final inminente.  Porque si me tumbo en la arena con la cara aplastada en la toalla, escuchando tu música con los cascos puestos y sin prestar atención a nada, será porque no me queda nada más por lo que batallar sin descanso, porque el sol, mi sol, ha ganado la guerra a esta muñequita de trapo que un día jugó a ser una soldadita capaz de algo.
Pero,  ¿y si es un día lluvioso y veo todo con otros ojos? Quiero tumbarme en la hierba mientras llueve, para así comprobar que toda el agua que te llega a la cara purifica y cambia la vista, hace sentirte libre y flotar dentro de las nubes. Que todo lo incómodo se cansó de luchar contra mi persistencia, que todo lo que hay que superar son prejuicios, que todo lo que hay que vivir no va a ser fácil, y lo que más nos gustará de eso es la propia dificultad, porque los retos están ahí para superarlos. Y porque todo, cada paso que doy en la vida merece ser aplaudido ya que no toda la gente puede seguir adelante.
Porque que el cielo brille o este muy nublado no quiere decir nada, mi mundo no es como el de los demás, porque mis problemas no vienen solos y la vida es muy extraña e imprevisible como para dar algo por sentado.

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